La historia parece salida de una película de espionaje: Zhi Dong Zhang —más conocido como “Brother Wang”—, presunto operador clave del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y con vínculos también al Cártel de Sinaloa, fue recapturado en Cuba tras huir de arresto domiciliario en la Ciudad de México en julio pasado.
Zhang había sido detenido el 31 de octubre de 2024 en la CDMX, iniciado su proceso de extradición a Estados Unidos por cargos federales que lo vinculan con tráfico de cocaína, fentanilo y lavado de dinero. Pero meses después, un juez federal le concedió prisión domiciliaria en la colonia Lomas de Padierna, bajo custodia de la Guardia Nacional. Y fue ahí donde logró escaparse el 11 de julio, por un túnel que conectaba su casa con otra propiedad.
La fuga generó conmoción: se activó una ficha roja de Interpol para su búsqueda en 196 países, y las críticas contra el sistema judicial mexicano se dispararon. Según la investigación de la Drug Enforcement Administration (DEA) de EE.UU., Zhang operaba desde al menos 2016 una red que movilizó más de 1 000 kg de cocaína y cerca de 2 000 kg de fentanilo desde México hacia Estados Unidos, además de lavar decenas de millones de dólares mediante más de 150 empresas fachada y 170 cuentas bancarias.
Su recaptura en Cuba marca un giro en esta novela criminal. Las autoridades cubanas confirmaron que Zhang ingresó al país con un pasaporte falso, luego de que Rusia le negara la entrada. México ya ha sido notificado y se espera su traslado primero al país y luego la extradición a EE.UU.
Para México, este caso deja varios aprendizajes y advertencias. Primero, la fragilidad de los mecanismo de custodia: un personaje de alta peligrosidad logró fugarse mientras gozaba de arresto domiciliario bajo vigilancia; la presidenta Claudia Sheinbaum ella misma criticó la decisión judicial que autorizó ese beneficio. Segundo, la internacionalización del crimen organizado: la red de Zhang operaba entre China, México, EE.UU., varios estados de la Unión Americana (Atlanta, Los Ángeles, Texas, Michigan, Nueva York) y otros continentes.
Para EE.UU., la captura representa un alivio en la guerra contra el fentanilo, era considerado objetivo prioritario. Pero para México es, también, una advertencia: la evasión de Zhang dejó en evidencia fallas de coordinación, vigilancia y reclusión. Ahora, el siguiente capítulo será si su extradición se concreta sin tropiezos y si aterrizan consecuencias reales para esta red internacional que se mueve entre países y jurisdicciones.
En resumen: un fugitivo internacional recapturado tras una fuga que avergüenza al sistema de justicia mexicano, enlazado con cárteles latinoamericanos y bancos globales; impone un reto urgente para la región, que necesita cerrar brechas y reforzar mecanismos para que este tipo de casos no se repitan.